Misionera de Gran Canaria.



Hemos tenido la fortuna de que nos visitase en el mes de octubre -“mes misionero” -María del Pino Rodríguez, Mapi, una misionera que trabaja en un barrio marginal de Manila, Filipinas. Nos contó que su amor a Cristo la ha llevado a miles de kilómetros de su Gran Canaria natal para servir a los más pobres. También nos relató que no siempre ha sido misionera y que durante un tiempo vivió sin rumbo, como perdida. Buscaba la felicidad en las marchas nocturnas, en las fiestas, incluso en el deporte, donde fue campeona de saltos con un reputado club de natación de nuestra ciudad. «Todo eso es bueno si se vive de forma sana y si se sabe colocar en el lugar que corresponde, pero cuando lo pones en el centro de tu vida, te destruye, porque eso pasa y no es la verdadera felicidad», nos comentó.

Nos aportó su experiencia como consagrada con las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada y el trabajo que realiza con los pobres de una de las zonas más paupérrimas de Manila. Decía que la hospitalidad de los pobres de Manila es uno de los rasgos que más le ha llamado la atención desde su llegada a dicha ciudad y de lo impactante que es ver cuánta gente malvive en sus barrios marginales y como estas personas parecen ser el desecho de la sociedad, porque nadie quiere saber nada de ellos.

          El trabajo que hace Mapi y sus hermanas misioneras es acompañar a las familias a la Eucaristía y otras celebraciones populares, a la vez que les ayudan con ropa y comida entre muchas otras cosas. Nos confesó que la vida misionera es muy dura pero que ante la llamada de Jesús está muy feliz sirviendo a los más desfavorecidos.